El conocimiento como proceso humano se ha comprendido históricamente como
un proceso desencarnado. No obstante, desde corrientes actuales de la neurología
y de la filosofía se presentan visiones diferentes que permiten establecer que dicho
proceso es precisamente un fenómeno basado en la realidad corpórea del ser humano.
Tal situación plantea caminos y desafíos relevantes para la educación en su conjunto.
Uno de ellos es la reformulación de la praxis y de la nomenclatura de lo que
llamamos Motricidad Humana, como también de la concepción y de los procesos
de aprendizaje.