Los datos de América Latina hablan de una manifiesta inequidad y de una disminución de la cohesión social, de la cual no está liberado Chile. Se presenta una brecha y una ruptura del tejido social, favorecida por la menor presencia del Estado y la primacía del mercado como agente regulador. En este marco, la juventud es el segmento de edad más afectado, al aumentar en escolaridad pero no así en posibilidades laborales. Ello constituye un desafío a la educación en general y con mayor fuerza a la Escuela Católica, que está llamada en esta realidad “a una profunda renovación (...) por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser una opción profética” (Aparecida 337). El texto identifica cuatro acciones desde la Escuela para aportar al crecimiento de la confianza, requisito para aumentar la cohesión social y con ello fortalecer la democracia e igualdad.
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